Si te aventuras por los montes de la península de Yucatán y te topas con un gigante feroz, no te asustes: arranca unas ramas y ponte a bailar con cierto desenfreno. El gigante, que se llama Che Uinic, va a despanzurrarse de la risa y terminará desplomándose. Una vez en el suelo, no podrá levantarse, no por tener los pies apuntando hacia atrás, sino porque carece de huesos y coyunturas. Entonces ponte a correr porque el Che Uinic se alimenta de carne humana. Leer, contar o simplemente platicar sobre seres mitológico es una costumbre que une a grandes, medianos y chicos.