Octavio Paz (1914-1998) nació en Ciudad de México un 31 de marzo como hoy. Desde la Universidad de California, Irvine, el doctor Jacobo Sefamí comparte, para la FILEY, una emotiva anécdota e invitación a la lectura de su vasta obra:
Recuerdo mis años de licenciatura, a fines de 1970 y principios de 1980, leyendo enfebrecido a Octavio Paz. Acudía a las lecturas que hacían poetas mayores con jóvenes, y mi maestra Julieta Campos nos hacía leer “Los hijos del limo”, “Cuadrivio”, “Las peras del olmo”, “Vuelta” y tantos más. Cuando lo conocí y le llevé sus libros para que me los firmara, los hojeó incrédulo y me dijo con una sonrisa: “no los subraye tanto”.
Paz fue un portento, un gigante de nuestras letras, y nos legó una enorme obra a la que hay que volver una y otra vez. A mí me gusta mucho “La estación violenta” (‘El cántaro roto’, por ejemplo) y recomiendo ‘Pasado en claro’, su largo poema autobiográfico, en el que reluce una desazón de la infancia que no se ha enfatizado al hablar de él. Aquí cito un fragmento:
En mi casa los muertos eran más que los vivos. Mi madre, niña de mil años, madre del mundo, huérfana de mí, abnegada, feroz, obtusa, providente, jilguera, perra, hormiga, jabalina, carta de amor con faltas de lenguaje, mi madre: pan que yo cortaba con su propio cuchillo cada día. Los fresnos me enseñaron, bajo la lluvia, la paciencia, a cantar cara al viento vehemente. Virgen somnílocua, una tía me enseñó a ver con los ojos cerrados, ver hacia dentro y a través del muro. Mi abuelo a sonreír en la caída y a repetir en los desastres: al hecho, pecho. (Esto que digo es tierra sobre tu nombre derramada: blanda te sea.) Del vómito a la sed,atado al potro del alcohol, mi padre iba y venía entre las llamas. Por los durmientes y los rieles de una estación de moscas y de polvo una tarde juntamos sus pedazos. Yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos. Hablamos siempre de otras cosas. Mientras la casa se desmoronaba yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza entre escombros anónimos.