El regreso del maestro

Effy Luz Vázquez

 
Aquel silbato del tren 
le anunciaba a nuestro pueblo 
que al fin volverían a ver 
a su esperado maestro. 
 
Las madres nos lo decían: 
—¡Ya van a ver rapazuelos 
lo que es dejar de vagar 
cuando vuelva su maestro! 
—¡Con él sí no hay medias tintas! 
—¡Se les acabó el pretexto! 
—¡Ya sanó, gracias a Dios, 
y lo tendremos de nuevo! 
 
¡Aquel día era de fiesta! 
La Banda de nuestro pueblo 
ensayaba ya la marcha 
que interpretaría al verlo. 
La señora Presidenta 
municipal, doña Chelo, 
con flores en una mano 
y en la otra, un pañuelo, 
haciendo mil reverencias 
saludaba a todo el mundo 
que estuviera en el andén, 
mientras llegaba el maestro. 
 
Junto a ella, otras damas, 
las elegantes del pueblo, 
se arreglaban blusa y falda 
y algún rizo del cabello. 
 
El dueño de la botica 
y el de la tienda “El Abuelo” 
comentaban el suceso, 
aunque mucho más sosiego. 
 
El maestro había enfermado 
de algún mal, que no recuerdo, 
pero tuvo que internarse 
en un hospital, muy lejos. 
¡Y aquello sí que fue un caos! 
¡Todo se alteró en el pueblo! 
 
¿Quién atendería a los niños 
por la mañana y la tarde 
con el más estricto esmero? 
¿Quién sería el que organizara 
al grupo de peloteros 
que iría a participar a un campeonato liguero? 
 
¿Quién le escribiría sus cartas 
y le leería a doña Chelo 
las órdenes que llegaban 
del gobierno para el pueblo? 
¿Quién ayudaría en sus cuentas 
a Nicasio, el tesorero, 
si tuviera que cuadrarlas 
y rendirlas muy a tiempo? 
 
¿Quién promovería campañas 
de higiene, salud y riego 
de las calles polvorientas 
y de pintura de predios? 
¿Por quién el gobernador 
diría que nuestro pueblo 
era un ejemplo a seguir 
por su limpieza y arreglo? 
 
Manuel recién se graduaba 
cuando fue asignado al pueblo. 
Llegó portando un veliz, 
sus pantalones vaqueros, 
camiseta con dibujos 
y unos tenis no muy nuevos. 
 
Aunque en todo su semblante 
se notaba que era lego 
en cuanto al nuevo paisaje 
y las costumbres del pueblo, 
su amplia y franca sonrisa 
le ganó muchos adeptos, 
con solo informar su nombre 
y decir que era el maestro. 
 
Algunas gentes antiguas 
lo miraron con recelo. 
¡Qué diferencia tan grande 
con el anterior maestro! 
¡Aquél ya peinaba canas, 
envejeció con el pueblo, 
a él le entregó su vida 
y reposaba en su suelo! 
 
¡En cambio este mozalbete! 
¿Qué podría enseñarles él 
a los niños y a las niñas 
de nuestro querido pueblo? 
¡Con esa pinta de vago 
y ese largo de su pelo! 
¡Si parecía un malviviente 
todo, menos un maestro! 
Ahora esas mismas gentes 
oteaban el horizonte 
esperando ver el tren 
que al fin habría de traerlo! 
 
¡Que suenen ya las fanfarrias! 
¡Las campanas echen vuelo! 
¡Que truenen los voladores! 
¡¡Ha regresado el maestro!!