El revolucionario mexicano Doroteo Arango, al que tú conoces como Pancho Villa o tal vez como el Centauro del Norte, aprendió a leer y a escribir a los 32 años y, como nunca es tarde, allá por 1910 comenzó a interesarse por los libros. Dicen por allí que tiempo antes de que lo asesinaran estaba leyendo el séptimo volumen de El tesoro de la juventud, una enciclopedia de catorce tomos donde podías encontrar todo lo que estuvieras buscando. El tesoro de la juventud fue leído por generaciones de niños y jóvenes. Muchos fueron los escritores que colaboraron en esta obra, entre ellos el mexicano Luis G. Urbina.