El seudónimo literario es otra manera de esconder la identidad de un autor o de reinventarse con fines estéticos, identitarios o incluso comerciales o de mercadotecnia. Cuando es habitual en el autor, se le llama también ´pen name´, ´nom de plume´ o el genérico ‘nombre artístico’ que emplea el FONCA. A veces se usa para proteger al autor, como cuando José Joaquín Fernández de Lizardi firmó “El Periquillo Sarniento” (1816) como ‘El pensador mexicano’, para evitar problemas con la ley por promover las peligrosas ideas de la Ilustración; o como cuando Eric Arthur Blair inventó el seudónimo ´George Orwell´ para publicar bajo un clima político desfavorable a sus denuncias (cuando Stalin aún era aliado del Reino Unido), o Neftalí Reyes inventó ´Pablo Neruda´ para que su padre no lo reconociera. También se puede usar por mera cobardía para ocultar la mano tras arrojar la piedra, como hizo el padre Fernández de Santa Cruz en su prólogo a la “Carta Atenagórica” de Sor Juana, la cual firmó como ´Sor Filotea de la Cruz´.
O bien, puede usarse para simplificar el nombre o hacerlo más fácilmente pronunciable, como hizo Harper Lee cuyo nombre completo era Nelle Harper Lee, o a menudo simplemente para cumplir con las bases de un concurso que exige participar en condición de anonimato (en cuyo caso se debe inventar uno nuevo, que no sea habitual). Otros ejemplos clásicos son el de ´George Sand´, utilizado por Amantine-Aurore-Lucile Dupin, o los famosos heterónimos de Pessoa, bajo los que firmaba poemarios de estilos diferentes. Por su parte, Steven King producía más novelas que las que la industria editorial creía conveniente publicar bajo un solo nombre. Por esta razón, el maestro se inventó el seudónimo ´Richard Bachman´, bajo el que publicó siete novelas, hasta que un lector astuto descubrió en ´Bachman´ la voz de King, según relata el propio King.
En efecto, en los premios literarios aparecen seudónimos tan simpáticos, como ´Clericot de frutas frescas´, empleado por Manuel Tejada para firmar su poemario “La hendidura del aire”, con el que ganó el Premio José Díaz Bolio 2015; o tan intrigantes como ´Juan Pablo Castel´, bajo el que Manuel Iris ganó el Ciudad de Mérida 2009, con su “Cuaderno de los sueños”. O bien, identitarios como ´Chac Uj´ (luna roja), con el que Alejandra Sasil Sánchez Chan ganó el premio de poesía Tiempo de Escritura 2020, con su obra “U chakil in paak’al”. O tan crípticos como ´Theodore Twombly´, con el que Irma Torregrosa ganó el premio nacional de poesía San Román 2017, con su poemario “Piélago”. O tan sonoros y significativos como ´Mississippi Delta Blues´, empleado por Iván Noé Espadas Sosa para firmar su novela “Sin lugar en la tierra”, en el concurso del Fondo de Apoyo para la Producción Editorial de la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida 2013.